EXPERIENCIA
EXPLORADORES AL ATAQUE














DANIELA SECO Y GABRIELA SANTAGOSTINO
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA)
EXPLORADORES AL ATAQUE
RESUMEN / El programa “Exploradores al ataque” está dirigido a grupos escolares de 3 y 4 años de edad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y sus alrededores. La propuesta se desarrolla en dos instancias: una visita de los educadores de MALBA a la institución escolar y, posteriormente, una visita del grupo escolar al museo.
Ambas instancias tienen la misma importancia para el programa, ya que se complementan directamente. Los niños llegan al museo habiendo ya conocido y trabajado con las educadoras en el jardín. El primer vínculo que allí se genera es fundamental, y sirve a modo de disparador para seguir explorando el espacio del museo y sus alrededores.
Las acciones que sostienen este programa están basadas en experiencias corporales concretas que apelan a los cinco sentidos. En el espacio de jardín, las educadoras se presentan como “Exploradores de Museos”, con un kit de objetos y preguntas para jugar entre todos.
La visita a MALBA va más allá de conocer su acervo; la invitación es a vivenciar las particularidades del edificio, sus colores, texturas, temperaturas y escalas. Los traslados entre un espacio y otro también forman una parte activa de la propuesta, es tanto activan corporalmente el movimiento y la posibilidad de expresarse por medio de él. El objetivo es descubrir a los artistas desde la narración, el baile, las texturas, la imaginación y la fantasía. Nos interesa generar un clima de comodidad, respeto y goce, ya que estas instancias son fundamentales a la hora de plantear una actividad grupal y, en el caso de los chicos, completamente nueva y diferente.
TRAS LA ACTIVIDAD, LA EXPERIENCIA / Me desempeño como educadora de museos hace varios años, y a lo largo de este recorrido he tenido la posibilidad de participar en diferentes episodios de mediación focalizados en las múltiples posibilidades para acercar al público a las obras de arte.
A partir de experiencias más recientes, y en consonancia con el desarrollo del campo de la mediación crítica en otros museos, me he dado cuenta que la mayor parte de las actividades “educativas” tienen en su centro la información que debe ser transmitida: títulos de obras, materiales, autores, períodos etc. Aunque esta información esta disfrazada de preguntas, juegos y actividades, sigue siendo lo importante. Su valor tiene que ver con que los usuarios recuerden meramente datos sin poder asociar la experiencia física que en sí implica visitar un museo o recorrer una exposición.
Pero había algo en este procedimiento que ya no se corresponde con mis objetivos. Algo empezó a cambiar, cuyo puntapié inicial se dio con la posibilidad de crear un nuevo programa educativo.
Este programa de primera infancia está dirigido a una franja etaria para la que el museo no contaba con ninguna actividad. Esto me dió la posibilidad de tomar distancia de las exigencias y presiones acerca de la información que supuestamente se debe comunicar. Fue a partir de apropiarme de esta desafiante oportunidad que pude dar un nuevo giro en mi rol como educadora, haciendo que las obras ocupen otro lugar.
Así fue que me encontré diseñando un programa donde el principal valor serían las experiencias que se pueden crear junto con los participantes, tomando las obras y los artistas como musas inspiradoras, y proponiendo realizar acciones concretas que involucren a todos los sentidos.
A partir de esto empecé a sentir que mi tarea como educadora se diferenciaba a la de un docente, que tiene responsabilidades concretas sobre la transmisión de contenidos formales a partir del ámbito en el cual se desenvuelve. Decidí que mi tarea estaría ligada a la posibilidad de construir, junto a un otro, una vivencia creativa ligada al pensamiento artístico y cultural.
Es por esta razón que considero que esta propuesta debe, en primera instancia, favorecer a generar una mayor proximidad e intimidad de los chicos para con el gran espacio físico que presenta este museo. Luego, invitarlos a encontrarse con el verdadero juego, con aquella creatividad que todos llevamos dentro, y no solo jugar para “aprender” cierta información.
Finalmente, me di cuenta que el rol de las obras de arte en la propuesta no estaría en los datos que pueden aportar, sino en las preguntas que pueden formular. Me han permitido reflexionar sobre temas que jamás se me hubieran ocurrido, y me han ayudado incluso a despertar mi propia imaginación. El museo tiene que dejar de emular al aula en formas de transmitir información, y explotar en cambio sus posibilidades, para así dar paso a la construcción de otras lógicas, nuevos códigos, que habiliten a otras sensibilidades y afectos.
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